Al llegar a la orilla del mar lo he soltado en el agua. Ha parecido alegrarse. Allí lo he dejado y he seguido mi camino. ¿Por qué lo he hecho, me pregunto, si no me gusta intervenir en los asuntos de la naturaleza, pues siempre he considerado que cada ser tiene su propio destino?
He pensado que quizá el destino del cangrejo era que, cuando estaba a punto de sucumbir abrasado por el sol, yo pasara por allí. Pero no tengo la menor idea de si no he conseguido otra cosa que alargar su agonía.