domingo, 19 de mayo de 2024

Astudillo

La mañana primaveral ha salido espléndida. Desde Burgos –por Castrojeriz– nos dirigimos hasta Astudillo, localidad palentina de mil habitantes, situada entre las comarcas del Cerrato y Tierra de Campos, al este de la provincia. Está regada por el río Pisuerga y es Conjunto Histórico-Artístico.

En primer lugar, guiados por una monja clarisa, visitamos el monasterio de Santa Clara, fundado por María de Padilla a mediados del siglo XIV. Forma conjunto con el palacio del rey castellano Pedro I, el Cruel o el Justiciero, según el bando. Ambos edificios son construcciones gótico-mudéjares.


Tras la visita damos un paseo por el pueblo. Conserva Astudillo tres grandes iglesias parroquiales y un trazado de calles de origen medieval en el que se mantiene una puerta de acceso y parte de las murallas. Vemos varias casonas de los siglos XVI al XIX. A mediados de este último siglo Astudillo contaba con el cuádruple de población que en la actualidad.

La plaza Mayor es amplia y porticada, armoniosa y con edificios importantes como el propio Ayuntamiento.

Tomamos un café en la terraza de una placita vecina. Por el cielo azul pasan golondrinas y cigüeñas. Rematamos la visita al castillo, situado en un cerro con bellas vistas sobre la población y los alrededores.


El Castillo de la Mota es una fortificación bajomedieval –de la que quedan pocos restos– levantada entre los siglos XII y XIII. Alberga una red de pasadizos que han sido transformadas en bodegas.

Al mediodía, inducidos por una información de Google, cambiamos el plan original y nos dirigimos, por unas encantadoras carreteras sin tráfico, a Calahorra de Ribas, donde hay unas edificaciones hidráulicas que forman parte del Canal de Castilla.

Pero el lugar, pese a las excelentes calificaciones que el público le ha concedido en Google, es un desastre sin paliativos. Se encuentra en total estado de abandono, no hay señalizaciones, los caminos son horrendos, no hay un parking ni lugar alguno en que solazarse un rato. El paraje, eso sí, es muy bello, lo que indigna aún más al visitante.


En vista de lo cual nos acercamos hasta la localidad vecina, Ribas de Campos. A la sombra de un parquecillo junto a la iglesia parroquial, damos cuenta de nuestro almuerzo. Las golondrinas se deslizan veloces por el cielo a la caza de su sustento.

De vuelta en Burgos me percato de que hemos pasado junto a la entrada del monasterio de Santa Cruz de la Zarza, un antiguo cenobio premostratense de estilo cirter que ya está en desuso y que, al parecer, se intenta restaurar o, por lo menos, adecentar. Queda para otro día.