Dicen que fue Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII, conquistador de la ciudad, la que influyó en su esposo para levantar una catedral. Leonor vino acompañada de una cohorte de normandos y estos influyeron en la concepción del nuevo edificio, que resultó una de las primeras catedrales góticas de Castilla, junto con la de Avila.
Se levantó en lo alto de la ciudad en poco más de medio siglo, entre finales del XII y mediados del XIII. El templo es de grandes dimensiones: 120 metros de largo por 36 de alto.
Como es habitual el edificio se fue modificando, en diferentes estilos, a lo largo de los siglos. El último cambio, recién inaugurado el siglo XX, correspondió a la fachada, levantada en estilo neogótico, un poco a la moda historicista de la época. Está inspirada en la catedral de Reims y su autor fue el arquitecto Vicente Lampérez.
El interior es una preciosidad, con detalles tan interesantes como hermosos. Por descontado, un par de horas se quedan cortas para apreciarla en toda su excelencia.
Llaman la atención –entre un sinfín de objetos bellos– las vidrieras abstractas diseñadas por Gustavo Torner, Bonifacio Alfonso y Gerardo Rueda. Hay también una notable colección de iconos, además de dos o tres originales artesonados.
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