miércoles, 6 de abril de 2011

Robert Kaplan: “El retorno de la Antigüedad” (y 2)


Guerreros de Riace, siglo V a.C., Grecia

“Nada es grande si no es al mismo tiempo tranquilo.” Esta cita de Séneca le sirve a Kaplan para introducirnos en el mundo de los soldados modernos. La principal virtud del estadista moderno debe ser la de controlar sus emociones por cuanto cada vez habrá más cosas por las que irritarse.

En el futuro, y aún ahora, todos los pasos diplomáticos serán también militares, dado que la separación artificial entre las estructuras civiles y las militares va a desaparecer. “Volveremos a los liderazgos unificados del mundo antiguo y los primeros tiempos de la modernidad.”

La razón de ello hay que buscarla en la alta tecnología, “que deja cada vez más a los expertos militares a expensas de los expertos civiles y viceversa”. La guerra en el futuro será cada vez menos convencional y declarada y se librará dentro de los estados en lugar de entre ellos. No se debe esperar que la justicia en tiempo de guerra dependa del derecho internacional; como en la Antigüedad esa justicia dependerá del carácter moral de los propios jefes militares.

El concepto de soldado será sustituido por el de guerrero, a la manera antigua: “primitivos erráticos de lealtad voluble, acostumbrados a la violencia y sin interés en el orden civil.” Los guerreros de hoy proceden de los cientos de millones de jóvenes desempleados del mundo en vías de desarrollo, irritados por las disparidades de renta que acompañan una globalización darviniana.

“Los guerreros son también expresidiarios, supuestos patriotas étnicos y nacionales, oscuros intermediarios de armamento y drogas impregnados de cinismo y militares fracasados, oficiales dados de baja de ejércitos comunistas y del tercer mundo”. Tiene aquí Kaplan unas palabras para el nacionalismo de nuestro tiempo, “que es una forma secular de fundamentalismo. Ambos emanan de una sensación de agravio colectivo y fracaso histórico, reales o imaginarios, y predican una edad de oro perdida. Ambos deshumanizan a sus adversarios y equiparan compasión con debilidad.”

En este contexto el papel de los medios de comunicación y de los ámbitos intelectuales va a ser decisivo. Los medios de comunicación, asegura Kaplan, ya no son simplemente el cuarto poder. Debido a la tecnología y a la consolidación de nuevas organizaciones los medios se están convirtiendo “en una potencia mundial por derecho propio”. Pero ocurre que estos medios de élite están dominados por “cosmopolitas que habitan el mundo fuera de la nación-estado”. Son en realidad castas profesionales similares a las de oficiales militares, médicos o agentes de seguros. Pero el poder de la prensa es peligroso porque influye pero, al mismo tiempo, no asume responsabilidad alguna sobre las consecuencias. “El perfeccionismo moral de los medios de comunicación sólo es posible porque son irresponsables políticamente.”

Pocas fantasías en cuanto a las relaciones internacionales: “El siglo XXI es casi tan violento como el XX. Debido al marchitamiento de las naciones-estado y al ascenso de las ciudades.estado y de muchas soberanías oficiosas y superpuestas reina un feudalismo benigno”

En resumen, otro excelente ensayo de Robert Kaplan, en el que se conjugan la maestría narrativa con la habilidad para una muy clara exposición de ideas. Una sorprendente mezcla entre periodismo (Kaplan parece haber conocido en primera línea todos los conflictos bélicos de la modernidad) y erudición. No conviene, sin embargo, perder de vista que este autor no sólo es norteamericano sino que también se dirige de forma preferente a sus compatriotas, anteponiendo siempre los intereses de su propio país. Cabría preguntarse si, en realidad y pese a ello, es también universal pues, en la actualidad, los límites del Imperio, al menos desde el punto de vista cultural, nos abarcan a todos.