martes, 5 de abril de 2011

Robert Kaplan: “El retorno de la Antigüedad” (1)




El retorno a la Antigüedad o La política de los guerreros. Ensayo de Robert Kaplan posterior a La anarquía que viene, ya comentado aquí. Sigue el autor en la línea de revisar a fondo cualquier idealismo político, es decir, sigue en la línea de la crítica realista a la ideología política dominante en el Occidente (post)cristiano.

Tesis: Cuando las crisis futuras (que ya están aquí pues el libro ya tiene algunos años) lleguen en grandes oleadas, nuestros líderes comprenderán que el mundo no es “moderno” ni “postmoderno”, sino una mera continuación del antiguo: un mundo que, a pesar de su tecnología, los mejores filósofos de la Antigüedad habrían comprendido.

“Los males del siglo XX emanaron de movimientos populistas que fueron monstruosamente explotados en nombre de ideales utópicos y vivieron su fuerza amplificadora por las nuevas tecnologías.”, nos advierte Kaplan. “En cuanto los nazis y bolcheviques ocuparon el poder, los inventos de la era industrial resultaron cruciales para sus crímenes”.

En las condiciones actuales ni el presente, ni aún menos el futuro, se presentan demasiado halagüeños. Los males del siglo XXI pueden derivar también de movimientos populistas que se aprovechan de la democratización, motivados esta vez por creencias religiosas y sectarias y fortalecidos por una revolución postindustrial, particularmente por la tecnología de la información. El fervor populista es alimentado por tensiones sociales y económicas, a menudo agravadas por el crecimiento demográfico y la escasez de recursos en un planeta cada vez más urbanizado. “El capitalismo mundial contribuirá a este peligro –dice Kaplan-, aplastando tradiciones y engendrando otras nuevas. Las ventajas del capitalismo no se distribuyen de forma equitativa: cuanto más dinámica es la expansión capitalista, más desigual es la distribución de la riqueza.”

La época postcolonial se encuentra sólo en las primeras fases de desintegración. En consecuencia, hay que evitar el dar por sentado no sólo la reconciliación étnica y el triunfo de la democracia liberal sino también el actual sistema de naciones-estado.

Tito Libio, “el observador objetivo por excelencia”, en su obra Anibal contra Roma, demuestra que el vigor para enfrentarnos a nuestros adversarios debe emanar del orgullo por nuestro pasado y sus logros. "No importa -escribe Livio- que califiquen tu prudencia de timidez, tu sabiduría de pereza, tu estrategia de debilidad; es preferible que un enemigo sabio te tema a que los amigos necios te elogien."

La moral de Sun Zi (El arte de la guerra) se localiza en el honor del guerrero. Tucídides, por su parte, en Historia de la guerra del Peloponeso, nos enseña que la conducta humana es guiada por el miedo, el interés propio y el honor. La civilización reprime la barbarie, pero jamás podrá erradicarla. Tanto el filósofo chino como el griego entienden que la idea de la guerra no es una aberración, sino la consecuencia de la división de la humanidad en estados y otras agrupaciones.

Maquiavelo no podía faltar en un ensayo como este. El florentino cree en la virtud pagana: despiadada y pragmática, pero de ningún modo amoral. Una política se define no por su excelencia sino por sus resultados: si no es efectiva, no puede ser virtuosa.

Continúa el ensayo ocupándose de los “grandes perturbadores”: Hobbes y Malthus. El primero cree que el altruismo es antinatural, que los seres humanos son rapaces, que la lucha del hombre contra los demás es la condición natural de la humanidad y que la libertad sólo es posible una vez establecido el orden.

Thomas Malthus fue el primer filósofo que consideró las repercusiones políticas del empobrecimiento del suelo, el hambre, la enfermedad y la calidad de vida entre los desfavorecidos. Considera Kaplan que el autor del Primer ensayo sobre la población (que tanto influyó en Darwin) se equivocó en su principal teoría, aquella que advierte sobre el crecimiento geométrico de la población y el tan sólo aritmético de los recursos.