viernes, 13 de septiembre de 2013

Cuestión de principios

Lo que el nacionalismo no soporta es la igualdad: los mismos derechos, las mismas obligaciones; cada ciudadano un voto y todos los votos tienen idéntico valor. Con estos principios -que se supone la izquierda debería venerar, pero que no lo hace en absoluto, bien al contrario- no pueden los nacionalistas. De ahí que cada región, con su burguesía a la cabeza y su pequeña-burguesía haciendo los coros y poniendo el cazo, quiera sus propios privilegios. Lo de la independencia, salvo en casos de obtusismo severo -que abundan más de lo que parece-, es sólo un estribillo para que no decaiga la melodía, porque, en realidad, lo que es un chollo es mantener los privilegios y, además, tener a papá Estado, allá en Madrid, disponible por si hace falta un rescate o lo que fuere. El problema es que una democracia sin igualdad no vale la pena. Acudir a las urnas sabiendo que tu voto vale la décima parte de lo que vale el del vecino es un ejercicio para bobos.