viernes, 27 de septiembre de 2013

Houellebecq y los curas

Herederos de una milenaria tradición espiritual que ya nadie comprendía realmente, en otro tiempo situados en primera fila de la sociedad, los curas se veían actualmente reducidos, al término de estudios espantosamente largos, que abarcaban el dominio del latín, el derecho canónigo, la teología racional y otras materias casi incomprensibles, a subsistir en miserables condiciones materiales, a pasar de un grupo de lectura del Evangelio a un taller de alfabetización, a decir misa cada mañana para unos feligreses escasos y avejentados. Todo goce sensual les estaba vetado, y hasta los placeres elementales de la vida familiar, obligados sin embargo por la función que desempeñan a manifestar día tras día un optimismo forzoso. (…) Humildes y sin dinero, despreciados por todos, sometidos a todos los ajetreos de la vida urbana sin tener acceso a ninguno de sus placeres, los jóvenes sacerdotes urbanos constituían un tema desconcertante e inaccesible para quienes no compartían su fe.

M. Houellebecq, El mapa y el territorio

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