A MUCHA GENTE le escandaliza
que, inmersos en esta larga y demoledora crisis económica, el Real Madrid haya
pagado casi cien millones de euros por un futbolista. Es comprensible, habida
cuenta, además, de las deudas millonarias de los clubes de fútbol a la
Seguridad Social y a la Hacienda Pública. Muchas empresas españolas, con la
mitad de esas deudas, han tenido que echar la persiana. Por el contrario, el
Estado ha inyectado millones –que al parecer no va a recuperar- en el rescate
del sector bancario, atropellando todas las reglas de juego del libre mercado, el sistema obligatorio para el resto de los ciudadanos.
Sin embargo, pese a que ahí está la clave de este asunto –y de otros similares- nadie menciona a los veinte mil aficionados que han acudido, disciplinada y fervorosamente, al campo de fútbol para ver al nuevo héroe enfundarse la camiseta blanca y darle pataditas a un balón, mientras el presidente, el que ha firmado el talón o la transferencia bancaria -y la deuda consiguiente- aprovecha para darse un baño de medios y multitudes. El deportista, para mayor escarnio, ha declarado que hubiera venido al Real Madrid por un centavo. ¿O dijo un céntimo?
Sin embargo, pese a que ahí está la clave de este asunto –y de otros similares- nadie menciona a los veinte mil aficionados que han acudido, disciplinada y fervorosamente, al campo de fútbol para ver al nuevo héroe enfundarse la camiseta blanca y darle pataditas a un balón, mientras el presidente, el que ha firmado el talón o la transferencia bancaria -y la deuda consiguiente- aprovecha para darse un baño de medios y multitudes. El deportista, para mayor escarnio, ha declarado que hubiera venido al Real Madrid por un centavo. ¿O dijo un céntimo?
El señor Núñez Feijoo -junto con otros de su mismo
partido, principalmente, pero también con la ayuda inestimable del partido de
enfrente- ha enterrado miles de millones de euros en el proyecto de la Ciudad
de la Cultura, en Santiago de Compostela. Ello no es obstáculo para que el actual
presidente de la Xunta gallega –en un alarde de oportunismo populista- se
muestre escandalizado por los casi cien millones que ha costado el futbolista
de marras. “Yo, que soy aficionado al fútbol –ha declarado- no puedo entender
que un futbolista cueste dos décimas del déficit público de Galicia.”
Puede entenderse
que al contribuyente de a pie le escandalice el asunto, pero que el señor
Feijóo mencione el déficit público de Galicia –del que él y su partido son
mayoritariamente responsables- es un poco indecente.
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