martes, 29 de noviembre de 2016

El castillo de Sotopalacios y Vivar del Cid

El castillo-palacio de Los Adelantados

De vuelta a Burgos, tras visitar el desfiladero del Rucios, me detengo en Sotopalacios para ver su famoso castillo. Pero antes paso por la oficina de turismo, donde obtengo abundante información sobre la merindad del Río Ubierna, que comprende a 21 localidades. Me llama la atención el esmero de las publicaciones que se distribuyen, con interesantes rutas para los aficionados al senderismo y a la geografía cultural, como es mi caso.

Sotopalacios, Iglesia de Nuestra Señora del Acorro

Sotopalacios, capital de la merindad, se vertebra en torno a una larga calle. Al final de la misma se encuentra el rollo de justicia y la iglesia de Nuestra Señora de Acorro (del latín acurrere, socorrer), de estilo romanista, es decir, primer renacimiento, levantada en el siglo XVI.



El rollo de justicia está formado por varios bloques de sillería en forma de columna que se asientan en un pedestal de cinco escalones circulares.


A través de un puentecillo de un solo ojo se accede al camino que conduce hasta el castillo. Sin duda es un edificio espectacular, asentado sobre una finca llana, protegida por un murete. El original databa de los siglos X y XI. La tradición  indica que el solar pertenecía a Diego Laínez, padre del Cid. Menéndez Pidal, según nos recuerda una placa, asegura que “a las orillas del Ubierna, junto a estos molinos y por estos trigales, corrió la infancia de Rodrigo…”

Pero los datos históricos dicen que el castillo, de estilo renacentista, fue reedificado, durante la segunda mitad del XIV, por los Manrique, Adelantados de Castilla. Los sucesivos propietarios, todos nobles de alta alcurnia, también fueron Adelantados, por lo que al castillo se le denomina con el mismo título: Castillo de los Adelantados. El adelantado era un muy alto dignatario, una suerte de brazo derecho del rey.


El magnífico castillo que vemos hoy -de planta cuadrada, con tres torreones en las esquinas-, ha sido restaurado por su actual propietario. Para más información sobre este edificio (o sobre cualquier otro de los existentes a lo largo y ancho de España), remito a un blog extraordinario, Castillos del Olvido.

Iglesia de San Martín de Tours, renacentista

Cae la tarde. Desde la distancia contemplo los chopos, ya casi desnudos, que flanquean el castillo. Sigo por el camino, que forma parte de la ruta de los molinos, y termino junto a la iglesia de San Martín de Tours, cuyo patrón se conmemoró el día anterior a mi visita. Es renacentista del XVI. La fachada ostenta el escudo de la familia Díez Ortega y su interior cobija la capilla y los sepulcros de esta familia. Cabe citar que el retablo es de piedra policromada.

Muy próximo está el palacio de la misma familia, los Díez Ortega, también renacentista, con un curioso y elegante balcón en esquina.



Como llevo todo el día trajinando estoy bastante cansado, pero no me resisto a asomarme a Vivar del Cid, que me coge de camino. La tradición, esta vez recogida en el Cantar, atribuye a Vivar el ser la cuna del Campeador. Lo que constato es que, en lo relacionado con el Cid, la épica literaria tiene más peso en el imaginario colectivo que la histórica.



Iglesia de Vivar


Convento de Nuestra Señora del Espino

Tras contemplar la iglesia me acerco hasta el convento de Nuestra Señora del Espino, donde se custodió el manuscrito del Cantar del Cid.


Sólo existe un ejemplar del manuscrito del Cantar. En el siglo XVI se guardaba en el archivo del Concejo de Vivar. Luego pasó al convento de las monjas, que lo custodiaron durante bastantes años, hasta 1779, cuando un secretario del Consejo de Estado lo sacó de allí para su publicación. A partir de esta fecha ha pasado por muchas manos, mediante compras y herencias, hasta que en 1960 lo adquirió la Fundación Juan March que, en unos pocos días, lo cedió al Estado para su depósito en la Biblioteca Nacional. La historia completa del Cantar del Mío Cid está aquí.