sábado, 19 de noviembre de 2016

Mañana de otoño en el Baztán hacia el Gorramendi


La carretera que sale del alto de Otxondo hacia el monte Gorramendi ya no es carretera, la han degradado a pista, es decir, está en muy mal estado. Tras unos ocho kilómetros se llega a Intzulegui, un llano donde estuvo instalada la base militar americana que hubo en esta zona entre 1959 y principio de los setenta. Ya no quedan restos. Todo fue dinamitado cuando se fueron los americanos.

En este lugar comienza la ruta que voy a seguir y que me conducirá hasta el monte Gorromakil, donde en los años citados se instalaron dos gigantescas pantallas de radar que eran los ojos y oídos del complejo militar. Tenían un alcance de 555 millas alrededor, cubrían toda la península ibérica y alcanzaban Inglaterra. Fueron los años de la Guerra Fría. Sobre este tema dejo algunos interesantes enlaces más abajo.

Dos bordas

La mañana de otoño ha salido radiante, como casi siempre que salgo a pasear por el campo o la montaña. La causa es bien sencilla: si la previsión metereológica es desapacible me quedo en casa. Es la primera vez que me acerco hasta el Valle del Baztán este otoño. Espero que no sea la última porque el mayor esplendor del valle se alcanza en esta época.

Me dirijo hacia el norte y voy cogiendo altura poco a poco, a través de un hayedo. El bosque está silencioso y tranquilo, el suelo alfombrado de hojas doradas. El haya es un árbol de mucho carácter que no suele tolerar otras especies a su alrededor. De vez en cuando, procedente de las alturas, surgen pequeños hilos de agua que atraviesan el camino y se pierden en los fondos del barranco. Algunos ejemplares caídos y secos se atraviesan y conviven, aunque estén muertos, con los vivos.


El hayedo

Alcanzo una borda en buen estado, también rodeada de hayas, en cuyas inmediaciones ramonean unas cabras. Un poco más allá hay otra caseta. Más adelante aparecen las ruinas de otra borda.

Si me detengo puedo escuchar las discretas piadas de algunas aves pero, en general, el silencio es completo. Ni siquiera el viento se deja oir. La orientación norte y la sombra hace que la temperatura sea baja.

La salida al collado y el final del bosque trae un poco de sol y de calor. Se agradece. También se agradecen, aunque el camino es claro, los hitos de piedras que algunos montañeros levantan al borde de la senda. La soledad aquí arriba es grande. Reconfortan las huellas de otros.

Cumbre del Barda

Como tengo enfrente la cumbre del Akomendi o Barda y parece fácil de alcanzar me animo a subirla. Por el camino encuentro una yegua solitaria que apenas se inmuta a mi paso. En la cima está el buzón y una campana herrumbrosa. Todo alrededor son montañas.

Bajo y acometo el Gorramakil, que es menos fácil. Me lo tomo con calma, qué remedio. Cuando llego a la cima saludo a las ovejas y a los caballos y me siento para comer y tomar el sol. Se está bien aquí, contemplando la sucesión de las montañas pirenaicas. Termino el almuerzo y me quedo un buen rato adormilado al calorcillo del sol.

En la cima del Gorramakil

El tiempo pasa rápido. Cuando me levanto para descender me percato de que ha empezado la tarde. Cuando empieza la tarde la luz cambia. Vaya, me digo, ha llegado la tarde. Ha sido un buen día.

Y, cuando te relajas por lo bien que ha ido la jornada, calculas que en media hora habrás llegado al coche y llegarás a tiempo para cumplir con tus obligaciones familiares, empiezan los problemas.


La ruta que sigo ha enloquecido y me manda por un precipicio asfaltado por piedras que se mueven y zarzales plagados de agujeros. ¡Dios bendito! Para cuando me quiero dar cuenta ya no puedo dar la vuelta. Con lo fácil que hubiera sido seguir la carretera.

Tengo que ir tan despacio y con tanta precaución que necesito dos horas para descender hasta el camino. Y contento si llego ileso, y contento que las piedras no están mojadas. No me puedo creer la pesadilla en que estoy metido…

Llego destrozado. Cuando arranco el vehículo ya es casi de noche. Aún tengo una hora hasta casa. En cuanto llego le pongo unas palabras al autor de la ruta.

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Una mili en la base americana. Por el periodista Mikel Soro, que estuvo allí como soldado. Incluye una interesante foto de la base.

La base americana de Baztán. Por Alicia del Castillo


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