De
mi primera lectura de Desgracia sólo recordaba la fuerte impresión que me
causó. Creo que fue la primera novela de Coetzee que leí.
La
relectura no me ha defraudado. Me ha impresionado menos pero, quizá, me ha
interesado más.
Me
gusta la rebeldía del protagonista, un profesor universitario cincuentón y divorciado,
especialista en los poetas románticos ingleses, que tiene una relación con una
de sus jóvenes alumnas y sufre la demoledora represión de sus colegas docentes.
Me
llama la atención que el autor, en 1999, hace más de quince años, ya
alertara sobre los excesos de las políticas de género y, en general sobre la
hipocresía del nuevo puritanismo que nos asola.
El
segundo tema importante es uno de los más persistentes en la obra de Coetzee,
el del maltrato a los animales. Es loable el esfuerzo que realiza este autor
para desnudar este asunto, habida cuenta de que nuestra sociedad, en otro
alarde de hipocresía, desvía la mirada sobre el trato cruel e indigno que se realiza
en los criaderos industriales.
Por
último, el tema de la paternidad y el de la impotencia de un padre cuando ve
que su hija está dispuesta a pasar por la indignidad de una resignación
humillante con tal de poder continuar con la vida que ha elegido.
Un
autor siempre interesante que no elude las responsabilidades éticas que todo
artista debería afrontar.
La traducción llevada a cabo por Miguel Martínez-Lage me parece bastante descuidada.
La entrada que la Wikipedia dedica a esta obra mejor olvidarla. Supongo que es una mala traducción.