sábado, 1 de septiembre de 2018

Heidegger o la autoestima sideral

Seguramente tiene mucho mérito escribir miles de páginas y que tu escritura sea ininteligible salvo, supuestamente, para un pequeño grupo de iniciados. Para un lector común como yo, el filósofo alemán Martín Heidegger es un autor imposible. Y, sin embargo, debo confesar una tal vez morbosa fascinación por este hombre, una fascinación que me lleva a tomar entre mis manos alguno de sus libros y empezar a leerlo, sabiendo de antemano que no voy a entender nada.

Me he interesado hasta por su “cabaña de pensar” en la Selva Negra. Hay un libro con fotografías sobre ella. También he visto videos de profesores que intentan explicar la trayectoria intelectual de este hombre. Me he quedado con la melodía, pero el conjunto de la música se me escapa por completo.

Ni siquiera su coqueteo con el nazismo ha terminado de impedir que, de vez en cuando, caiga, una vez más, en la curiosidad heideggeriana.

En esta ocasión me he asomado a su estudio sobre Nietzsche, que se titula precisamente así: “Nietzsche” y que ha publicado Destino. 940 páginas, un tocho. En realidad no se trata de un trabajo unitario sino de artículos sueltos, lecciones, fragmentos de lecciones sobre mi querido y admirado Friedrich Nietzsche, autor al que amo y al que vuelvo con frecuencia desde hace ya bastantes años.

Me he ido al extenso índice y he seleccionado un par de títulos sugerentes para comenzar mi lectura: “El gran estilo”, “La embriaguez como estado estético.” Leo un par de páginas y, como era previsible, no entiendo nada. Peor aún: lo único que entiendo son las citas de Nietzsche que Heidegger se dispone a comentar. A Nietzsche le entiendo todo, o casi todo; a Heidegger no le entiendo nada, o casi nada.

Antes de cerrar definitivamente el grueso volumen advierto que, al final del mismo, hay un glosario de términos alemanes utilizados por el pensador filonazi. Consulto algunos de ellos. Así vistos parecen bastante claros, pero, si estoy leyendo una traducción me pregunto de qué me sirven los términos en alemán.

Puede que tal vez lo que me fascina de Heidegger sea la autoestima estratosférica que debe hacer falta para escribir de forma tan críptica. En esto, sin duda, debió ser un campeón. También me admira su “éxito” y el hecho de que, al parecer, algunas personas no sólo entiendan lo que dice sino que, además, escriban libros sobre ello.