Caserío Saioaberri
Hacía semanas que no salía a caminar por la naturaleza, así que tenía ganas de estirar las piernas. Ayer por la tarde, dejé el coche en San Marcial y cogí el camino alto hacia Erlaiz. Ya deben faltar pocos días para que empiece la temporada de caza y se ponga impracticable de tiros y cazadores.
En contra de lo habitual salí por la
tarde. Pude disfrutar no sólo de la preciosa luz dorada de septiembre sino,
además, de las suavidades luminosas del atardecer.
El valle de Ibarla desde el paseo de los Tuberculosos
Casi todo el tiempo anduve por
caminos del bosque: castaños, robles, alisos, pinos, alerces. Ya han caído los
primeros erizos y se han esparcidos las primeras castañas. Grandes babosas
sesteaban en medio del camino aprovechando las humedades recientes.
Desde un alto observé el perfil de
la costa, la silueta de Igueldo flotando en la lejanía, casi vaporosa.
Tras la vuelta cogí el camino de los
Tuberculosos, donde apenas se escuchaban algunos cacareos. Sólo un coche vino a
importunarme con su paso y, además, el conductor me saludó con la mano.
Perfil de las Peñas de Aya
Antes de coger el coche subí hasta
el mirador de San Marcial, una vez más, para contemplar la bella panorámica del
valle de la desembocadura del Bidasoa. Unos árboles que han crecido mucho la
ocultan en parte. ¿No sería posible que alguien se ocupara de darles un corte y
recuperar las vistas? Creo que los árboles se resignarían por una loable causa
estética.