“Los hombres se dividen en dos bandos -dice mi admirado Nicolás Gómez Dávila-: los que creen en el pecado original y los bobos.” Y remata Leonard Cohen: “Uno nunca se libera de su propia estupidez.”
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La extrañeza de la vida. Es posible que la pregunta pertinente no sea si la vida tiene sentido. Esa es una pregunta propia de la juventud y, tal vez, de la inmadurez. La cuestión relevante es si ha merecido la pena vivir. Y la respuesta varía en función de si uno ha sido capaz de apreciar la vida, de asombrarse, de admirarla; si uno es capaz de percibir el privilegio que supone la vida, que supone haber formado parte, aunque sea un minuto, del universo, aunque no podamos saber con certeza si tras la muerte volvemos a la nada de donde creemos haber venido. Si uno no es capaz, entonces puede que no haya merecido la pena vivir.
El cisne y el dominguero. Hacía tiempo que no paseaba por la orilla del Bidasoa. Desde que hicieron la pasarela peatonal, que en un tramo sobrevuela el cauce del río, el paseo se ha masificado mucho y, además, cada día me resulta más disuasorio caminar por lugares donde malconviven peatones y ciclistas.
Esta soleada mañana me he animado porque aúnj era temprano y porque tenía que hacer un recado cerca. Lo cierto es que, pese a todo, es un paseo muy agradable, con excelentes vistas sobre el monte Jaizquibel, las islas del estuario del Bidasoa y la misma ciudad de Irún. El parque fluvial, situado frente a la isla de los Faisanes, también es agradable, aunque no tanto como antes de la reforma que le perpetraron hace algunos años con el fin de meter un carril para bicis. El arbolado ya ha echado la hoja nueva y todo aparece brillante y lustroso, como recién estrenado.
El propio río, durante los fines de semana, está más concurrido de piraguas de lo habitual. Hoy había un hombre subido en una tabla de surf y armado con un remo que se deslizaba lentamente por el cauce. Un poco más allá había un cisne blanco con las alas semidesplegadas, en una actitud extraña y vigilante. Desde que en una ocasión vi a un cisne en un parque atacando al vigilante que le llevaba la comida, desconfío bastantes de estas seráficas criaturas.
El cisne y el remero han empezado a vigilarse. El hombre ha enarbolado su remo en tanto el animal se aproximaba a su tabla. En la orilla se estaba creando alguna expectación. El navegante al principio ha intentado esquivar al ave -había espacio de sobra para hacerlo- pero de pronto se lo ha pensado mejor, ha efectuado un giro brusco y se dirigía hacia el cisne con el remo a moda de pica.
Yo tenía mi movil preparado para inmortalizar el momento. Antes de que estallara la violencia, una mujer que también observaba la escena desde hacía un rato, ha intervenido para reprochar a la criatura humana su agresividad. Entonces se ha producido un intercambio dialéctico algo subido de tono del que me he perdido la mitad porque el francés utilizado por ambas partes era demasiado rápido y coloquial.
Finalmente el hombre se lo ha pensado mejor, ha dado media vuelta y se ha marchado por donde había venido. Un hombre mayor, que paseaba con una niña pequeña, le ha dado a ésta la siguiente plausible explicación: “La hembra debe tener huevos en la orilla y se ha puesto a defenderlos.” A mí no se me había ocurrido.
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Cuenta José Jiménez Lozano, en uno de sus cuadernos, que leo estos días, que cuando el poeta T.S. Eliot se convirtió al catolicismo, Virginia Woolf comentó: “Pobre y querido Tom, de quien puede decirse que, de ahora en adelante, ha muerto para nosotros.” Pero un cristiano, decía Kierkegaard -continúa JJL.- se pone a la puerta de su casa a fumar en pipa y a ver pasar el mundo con todas sus historias.” Esta imagen del hombre sentado en la puerta de su casa, un poco al margen de todo, ajeno a los cantos de sirena y a los llamados de la civilización, pero confiado en su propio camino, me encanta.
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Postureo y juicios morales. Un amigo de Facebook comenta en su muro que está leyendo una vieja edición del Diario íntimo de Pierre Loti. Una señora, que debe ser catedrática de algo, hace el siguiente comentario: “El (Loti) no valía mucho… pero lo que cuenta… habrás seguido sus rastros.” Para a continuación posturear un poco sobre el café que lleva su nombre en “Istambul”. Donde hay “un precioso cementerio árabe que vale la pena cruzar bajo la luna llena”. Deduzco que si no hay luna llena la cosa pierde mucho. -Postureo cosmopolita al margen, este tipo de juicios morales categóricos (“El no valía mucho”), que muchos supuestos entendidos gustan de escupir sobre escritores y artistas destacados, me dan cierto repelús.
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Foto 1: Tiempo de rosas y de limpiatubos.
Foto 2: Cuidado con el cisne
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Creo que son preguntas distintas la del sentido de la vida y la de si ha merecido la pena vivir. Puede que haya merecido la pena vivir en cuanto a satisfacciones, afectos, logros, pero la vida, aún así, carezca de sentido o de significado o de comprensión posible. Siendo todas ellas cuestiones poco objetivas, sino más bien referentes a la psicología humana, el sentido o el significado estarán ausentes, salvo que el sujeto les encuentre y les dé uno.
ResponderEliminarLo que seguramente tiene escaso sentido y escasa lógica es pensar que la vida carece de sentido porque es breve, y termina, y todo lo logrado se extingue un día. La premisa de que sólo lo eterno puede poseer sentido es del todo abusiva. Ya sabemos de entrada que somos breves "ventanas de consciencia" que se iluminan y extinguen enseguida como el rastro de un cohete de feria. Puede ser cruel, o baldío, pero la crueldad tiene poco que ver con el sentido.
Muy de acuerdo.
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