Hacía dos o tres años que no visitaba una sala. No he podido elegir mejor película para mi vuelta a la gran pantalla, que, por cierto, ya no es tan grande como antaño. Ha sido muy emocionante, aunque me ha costado casi media hora deshacerme del nerviosismo previo a la proyección, aterrorizado por la posibilidad de tener que soportar a alguien comiendo palomitas, desenvolviendo caramelos o, lo peor, comentando en voz alta. Afortunadamente, los tres cinéfilos que estaban detrás se han callado en cuanto ha empezado el filme.
Cómo he disfrutado. Qué maravilla estas dos horas de Sombra, dirigida por el chino Zhang Yimou. Una historia épica de luchas medievales basada en un romance del siglo XIV. El poderío de este director, de quien ya había visto otras películas, es extraordinario. En esta ocasión le da un vuelco a su tradicional modo de hacer, basado en la saturación del color y en la plasticidad de cada plano (como debe ser el cine) y, manteniendo la plasticidad, por supuesto, abandona por completo el color y hace una pieza maestra basada en el blanco, el negro y el gris, conservando sólo el color de la carne y el de la sangre.
Todo en esta obra está cuidado al detalle, desde los rótulos de inicio hasta los del final, con esa línea roja exquisita y la no menos exquisita tipografía, china y occidental.
Los temas clásicos, naturalmente: el amor, el honor, la ambición, la corrupción. En esta película todo está bien: la fotografía, el decorado, la música, el vestuario.
En medio de esta caterva de soldados, generales, cortesanos, todos hombres, resplandecen -como suele ser habitual en este director- las dos actrices protagonistas, ambas muy bellas. Pero, sin duda, es Sun Li, que interpreta el papel de la esposa del comandante, música y adivina en la ficción, la que arrebata. Al menos a mi. Es una maravilla contemplarla en acción.
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No se puede dejar pasar la ambientación, los decorados tan imaginativos, en especial los continuos juegos visuales de la sala del trono, decorada con telas colgantes caligrafiadas, y todas las escenas propiamente bélicas que son pasmosas. Sobre estas últimas es necesario advertir: hay mucha sangre, quizá demasiada para mi gusto, pero algún defecto viene bien para resaltar la belleza.
Durante y después de la proyección me ha venido a la mente otra película -también extraordinaria- de otro director chino, taiwanés en esta ocasión. Se trata de Wong Kar-Wei y su obra maestra Grandmaster, que aún no he podido ver en pantalla grande pero sí en dvd. El taiwanés confecciona una película con sus mimbres habituales, entre los que se pueden citar la saturación de los colores y la cámara lenta. Pues bien, no descarto que esta Sombra sea una réplica a aquella, con el aliciente de que Zhan Yimou se ha atado una mano en este combate dialéctico y estético, al prescindir del color y hacer una especie de gran fresco plateado.
Y luego está el agua, gran metáfora de esta obra. Corre el agua por todo el metraje, en forma de lluvia principalmente. Llueve, llueve y llueve. Cuando salimos a la calle el suelo también está mojado.
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