domingo, 21 de marzo de 2021

Arte y felicidad

 

Kertész adolescente, internado en Auschwitz, autor de Sin destino y futuro Premio Nobel.

En Apuntes, su último libro editado en España, Imre Kertész cuenta que el filósofo Wittgenstein --cuya obra conocía bien pues la había traducido tiempo atrás-- pasaba el tiempo torturándose sobre si era o no valioso lo que había creado. Para Kertész, este es un asunto sin sentido, pues lo importante es haber creado la obra y juzgarla no le compete en absoluto a su autor. “No se trata de que no pudiera juzgarla; se trata de que la pregunta en sí es superflua.” Y añade: “el deber del hombre es ser feliz y si cumple con este deber en un grado ético elevado habrá llevado a cabo su cometido.”
La pintora Agnes Martin, expresionista abstracta, que al principio de su carrera abandonó Nueva York y se retiró a vivir en solitario a Nuevo México y a Taos, escribió algo en el mismo o parecido sentido: “Para progresar en la vida tienes que renunciar a las cosas que no te gustan. Debes encontrar las cosas que te gustan, las cosas que tu mente es capaz de aceptar.”
Samuel Beckett, por su parte, aseguró que el deber del artista es arriesgarse a fracasar.
En la sociedad mercantilista, competitiva y codiciosa en la que vivimos, el triunfo apenas tiene relación con la calidad y la validez de una obra. Depende de otros muchos factores. Por ello los artistas deberían pensar que, como dice Kertész, lo que importa es hacer la obra, pero aún importa más el ser feliz o, al menos, los más feliz que sea posible.