lunes, 30 de junio de 2008

La alegría del color

Un vendedor de globos en las afueras de Kabul, Afganistán.

Me impresiona esta foto. Es un símbolo de la supervivencia, de la voluntad humana frente a la hostilidad de la naturaleza y de las condiciones de vida que impone una sociedad y un momento de la historia. Es la vida en mitad del desierto. Algunos niños tendrán sus globos o, por lo menos, les alegrará verlos en un paisaje desolado.

sábado, 28 de junio de 2008

Alanis Morissette



La veo fugazmente en la tele, durante un concierto en Madrid. Está muy guapa y cargada de energía. La escucho un rato.

Su pagina

Soy Alanis, y sigo aquí

miércoles, 25 de junio de 2008

Grabados japoneses



Grabados japones de la época Edo (siglos XVII a XIX), procedentes de la Biblioteca Nacional de Francia, que se exponen estos días en Barcelona.
Más aquí.

martes, 24 de junio de 2008

Albert Cossery, ironía y ternura




      En el blog de Juan Pedro Quiñonero me entero de la muerte, a los 93 años, del escritor egipcio Albert Cossery. Cossery, que escribía en francés, vivía desde hace sesenta años en el hotel Louisiane de París.
      Un día, hace ya algunos años, curioseando en la biblioteca de San Sebastián, me topé con uno de sus libros. Era delgadito, la página tenía abundantes blancos y me gustaba la foto del autor en la contraportada. Era un hombre esbelto, de mediana edad, embutido en una gabardina y fumando un cigarrillo.
      Leí dos de sus libros: Los hombres olvidados de Dios y La casa de la muerte segura. Me gustaron mucho. Trataban, con una gran ironía no exenta de ternura, sobre un retablo de seres marginales de los suburbios de El Cairo.
      Ahora, me entero de algunas cosas sobre este artista:
      La cólera de un profeta contemplativo
      Cossery ha abandonado su hotel
      Ya no quedan muchos hombres así.
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lunes, 23 de junio de 2008

Le metéque

Había extraviado el cd, hace varios años. Ya lo daba por imposible, pero ayer apareció. Me emocionó volver a oirlo. A veces me pregunto si la música no nos ha educado más que los libros.



jueves, 19 de junio de 2008

Twombly


Para el otoño se anuncia una exposición de Cy Twombly en el Guggemheim-Bilbao. De momento está en la Tate Modern londinense. Twombly, que va a cumplir ochenta años, es un norteamericano afincado en Roma.


Este pintor cotizadísimo –el Guggeheim bilbaíno acaba de gastarse una cifra de escándado en varias obras suyas- produce estupor en mucha gente. Son esos que dicen: a) esto lo pinto yo; b) esto lo pinta mi hijo pequeño. ¡Y puede que tengan razón!


No conozco demasiado su obra, pero confieso que tiene algo -¿lirismo, delicadeza, ingenuidad, falta de pretensiones, osadía?- que me fascina.

Su fama no ha llegado aún, me parece, a la Wikipedia en español. Tal vez en otoño…

martes, 17 de junio de 2008

Tolosa, la antigua capital guipuzcoana

Aprovecho una gestión burocrática en Tolosa para visitar esta villa –que fue capital de Guipúzcoa durante diez años (1844-1854)- situada a orillas del Oria. Las calles sombreadas del casco antiguo -delimitado por el río y por la vía del ferrocarril-, resultan un paseo agradable en este mediodía soleado.


En esta primera imagen, tomada desde el paseo junto al Oria, se vislumbran tres de los edificios más destacados de la ciudad. En primer término, la estructura que alberga el mercado conocida como el Tinglado. A su derecha, el palacio de Idíaquez, de estilo barroco. Y al fondo, la voluminosa iglesia de Santa María, comenzada a mediados del XVI y rematada un siglo después.


La casa consistorial, a la derecha de la imagen, del siglo XVII y estilo barroco, es un edificio porticado de proporciones armoniosas que configura, junto a edificios de viviendas y el palacio citado, una peqeña plaza de mucho encanto.


El acceso a la zona medieval puede realizarse a través de esta puerta neoclásica, denominada de Castilla, hoy exenta. Enfrente se alza una escultura de Jorge Oteiza. A lo ancho de la ciudad hay una apreciable muestra de escultura vasca al aire libre.


La plaza de la Verdura, otro de los lugares destinados a mercado con que cuenta Tolosa.


La impresionante severidad renacentista de la iglesia de San Francisco, de finales del XVI, construída por el fraile arquitecto Miguel de Aramburu. Tiene fama su retablo, también renacentista, obra de Ambrosio de Bengoetxea.


El monte Uzturre vigila el valle sobre el que se asienta la ciudad.

lunes, 16 de junio de 2008

Fotolog de la femme



Vuelto a visitar este fotolog después de algún tiempo. Cada vez es más extraño. Una mezcla de fotos retocadas, dibujos y montajes varios. Se acompañan de textos mínimos y extravagantes, al menos para mí. Puede que se trate de un colectivo. En cualquier caso, mucha creatividad.

sábado, 14 de junio de 2008

Libros, ensalada y café


En la Casa del Café, donde predomina la clientela femenina, se sirve un café -con demasiado azucar, qué descuidado- en un vaso de plástico. A continuación se lo bebe sentado en el mismo banco de hace dos o tres semanas. Hoy la calle está menos animada: desde hace diez días una bruma insidiosa se ha apoderado de la ciudad.

Apenas tres mujeres jóvenes, con chándales, que mantienen una conversación a gritos. Un anciano renqueante con abrigo, bastón y una gorra. Una señora de pelo blanco en una silla de ruedas accionada por otra señora de pelo castaño. Paseantes con perros (cuatro o cinco). Y ciclistas variopintos.

Además, una furgoneta roja mal aparcada le priva de la visión de un fragmento considerable de la calle. Hay varios vehículos mal estacionados. Se ve que hoy no ha pasado el guardia.

Hace un par de recados y, de paso, se introduce en la sala del Kursaal para ver una exposición de Ilan Wolff, fotógrafo que practica la fotografía estenopeica.

Las imágenes, muy deformadas en los extremos, parecen haber sido obtenidas con un gran angular y el resultado no consigue ni siquiera entretenerle. Incluso le desagrada. Hay un par de desnudos femeninos que son un ultraje: la modelo parece una ballena con sus pies en forma de aleta.

A la salida le da un vistazo al libro de visitas, lo que siempre es algo ameno e instructivo, y descubre que a todo el mundo le ha encantado, maravillado y entusiasmado. En fin, se dice, mejor seguir el paseo.

Pero antes se impone comer algo. Se introduce en el Café K. y se instala en una mesa del fondo. Para amenizar la espera se entretiene con los titulares de un periódico. Una camarera y una cocinera van y vienen. Parecen muy ocupadas. La cara de la cocinera le indica que no está muy alegre. Siempre le preocupan los cocineros con cara de pocos amigos. Tiene la convicción de que el mal humor se transmite a la comida. Al cabo de un rato verifica que la cocinera se ha puesto a comer sentada frente a la barra y que él se ha convertido en el cliente invisible. Aprovecha para escabullirse.

En la parte vieja se acerca hasta el Juantxo (excelentes bocadillos), pero no encuentra una mesa libre y no tiene ganas de comer de pie. Al fin se resigna a ir al Pan&Company de siempre, donde está seguro de encontrar una mesa. Cuando llega descubre que lo han clausurado. Menos mal que todavía es temprano. Al fin se decanta por una cervecería, descarta el consabido bocadillo y se decide por una ensalada templada de pasta y un rioja.

A lo largo de la mañana ha observado que el hipotético ascenso del equipo de fútbol es un tema de conversación muy socorrido, sobre todo entre hombres de mediana edad. También ha visto algunas banderas blanquiazules en los balcones. No muchas, a la espera de los acontecimientos.

Después de un té con limón, también de máquina, se pone a pasear. La temperatura es agradable. Se cruza con un hombre joven, vestido de negro, que camina a paso rápido mientras lee un libro. ¿De qué lo conoce? Es el encargado de la tienda donde se compró la última camisa, el que dijo que le encontraba algo despistado. ¡Qué curioso, un joven leyendo un libro –de pasta dura, además- mientras camina!

Un poco más allá un tipo hosco y desastrado, con un tetabrik de vino en la mano, le pide un cigarrillo. Tras su negativa el tipo se abre camino a codazos entre la gente. Tal vez tenga síndrome de abstinencia nicotínica. A una mujer que va fumando le pide un cigarrillo. La mujer le da el suyo antes de introducirse en un portal.

Cuando enfila La Concha… ¡aparece el sol! Lo hace de forma súbita y deslumbrante. En un minuto el día ha pasado de una pre-tiniebla a la más intensa luminosidad. Qué pena no haber traído las gafas de sol en lugar del paraguas que arrastra durante toda la mañana.

Hay un montón de niños bañándose y gente esparcida por la playa. Alcanza el escaparate de una librería y se queda un rato estudiándolo. Le gusta la mezcolanza: libros de guerra, libros turísticos, libros de arte, libros en oferta, novedades y miniaturas baratas (de coches y de relojes). Se recuerda que debe venir un día a visitarla.

Luego se mete en la megalibrería con escaleras automáticas, se da una vuelta y, aunque no pensaba comprar nada (salvo los diarios finales de Jünger, que no los encuentra), sale con tres libros: el Lucien Freud de la editorial Taschen y dos obras de su admirado Jules Renard: los Diarios e Historias naturales. Este último con ilustraciones de Toulouse-Lautrec.

Los Diarios, naturalmente, son un resumen. En contra de lo que se dice en la introducción no es la primera vez que se ofrece al lector español fragmentos de esta obra. Espasa-Calpe publicó una edición en 1952, muy ajustada en su traducción, por cierto, a la arrebatadora concisión estilística de Renard.

Se arranca de la megalibrería y, según el plan previsto para la jornada, se acerca hasta la biblioteca para retirar tres libros en préstamo. Hace mucho calor en esta biblioteca. Los libros deben ser calóricos, lo que tiene su utilidad en invierno, pero resulta incómodo el resto del año. Se hace con los tres ejemplares -que ya había seleccionado a primera hora de la mañana- y regresa a la calle para tomar el fresco.

Los minutos que restan hasta la salida del tren los pasa en la placita soleada que hay frente a la estación, metido bajo una enredadera que le proporciona algo de sombra. Lástima de sombrero. Podría abrir el paraguas, pero tampoco quiere dar el cante, que en esta ciudad balneario (como la llama Echenoz en su novela) son muy mirados. Contempla a unos gorriones que descienden a curiosear y a un grupo de cuatro vagabundos ociosos, uno de ellos tumbado, que matan las horas descansando en un banco corrido de piedra. Tal vez no sean vagabundos sino inmigrantes o parados con pocas esperanzas. En cualquier caso, marginados, sucios, desdeñosos, puede que borrachos.

A su lado se sienta una mujer bajita -no le llegan los pies al suelo- que se pone a rellenar un crucigrama. Hay una calma extraña en el principio de la tarde. Se han abierto claros en el cielo. Las nubes pasan deprisa empujadas por el viento.

Ilustraciones: Lucien Freud.

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viernes, 13 de junio de 2008

Un paseo por la marisma de Jaizubia, 2


El sendero junto a la regata, al fondo el Jaizkibel, a cuyos pies llegan los embites del Cantábrico, y Tobías olisqueando.


El agua inmovil de la charca refleja las hojas de los cañaverales.


Un rincón de la regata sombreado por un roble. En la lejanía la cúspide del Larún.


Los patos no podían faltar en este espacio acuático. Esta pareja se paseaba con sus tres crías.


El objetivo de la cámara engrandece a la lagartija que se mimetiza con la tierra.

miércoles, 11 de junio de 2008

Un paseo por la marisma de Jaizubia


El sendero acompaña el último tramo de la regata Jaizubia hasta su desembocadura en Amute, junto al aeropuerto de Hondarribia. La zona, rehabilitada hace varios años, forma parte de las antiguas marismas de Txingudi, que constituyen en la actualidad el mayor humedal de Guipúzcoa.

Es un mediodía de nubes altas y espesas, aunque el sol se anima a ratos. Se trata de un espacio abierto, delimitado por montañas lejanas y ocupado por una vegetación frondosa, de la que forman parte terrenos cultivados y lagunas.


Pueden verse especies autóctonas (robles, alisos, sauces), en especial las relacionadas con la vegetación de ribera (carrizos, juncales, espadañas, cañaverales).

Durante el trayecto, muy tranquilo, apenas se escucha otra cosa que el murmullo del agua de la regata, el canto de algunas aves y el viento que sopla entre los carrizos.



Los últimos metros del camino se introducen en una zona residencial. El cauce se ensancha y aparecen los lodos de la bajamar. Hay algunas embarcaciones varadas en las orillas, entre ellas, una pequeña gabarra, como las que se utilizaban hace décadas en este delta del Bidasoa.



El sendero forma parte del camino de Santiago que circula en paralelo a la costa cantábrica.

lunes, 9 de junio de 2008

Me voy, Jean Echenoz

Es el título de una novelita de Jean Echenoz que acabo de leer. Fue premio Goncourt en 1999. Me parece que el Goncourt es un premio importante en Francia, pero tampoco estoy muy seguro. Tal vez sea como el premio Planeta aquí: un asunto comercial que carece de relevancia literaria. En este caso se trata de un divertimento, un artilugio ingenioso y estiloso. Ideal para leer en la playa, en el metro o en un banco bajo un suave sol primaveral. Carece de pretensiones. Y no se toma en serio a sí misma. Ese es su principal encanto, su toque postmoderno. Hay un narrador que se autocuestriona todo el tiempo, bromea, se toma confianza con los personajes, en especial con el protagonista. Su levedad resulta atractiva. Es tan ligera que no se te cae de las manos. Algo es algo. Tal vez los tiempos que corren no dan para más. Al final hay que elegir entre la levedad y la pretenciosidad.

También es el título de esta canción. El Goncourt y el Planeta deben ser como el lenguado de este video: demasiado grande para una sartén tan pequeña.


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En la tele, una de Sidney Pollack, que me ha gustado volver a ver: Caprichos del destino, un drama romántico muy al estilo Pollack. No me parece que Kristin Scott Thomas sea una gran actriz, pero tiene algo terriblemente seductor.

Sabio, lírico, admirable Pollack. Este artículo de Carlos Boyero hace justicia a su inolvidable cine.


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Los árboles de Carlos Las Heras

Hayas en verano

Aprecio a los pintores de la denominada Escuela del Bidasoa casi por razones genéticas. Conocía algunas de sus obras antes que los paisajes que las inspiraron. Hablo, en especial, de Gaspar Montes y Bienabe Artía. Ellos están en el origen de mi afición por la pintura.

Los citados y sus sucesores son pintores paisajistas, lo que, en este entorno que va desde el valle navarro del Baztán hasta la desembocadura del río Bidasoa, equivale a pintores de la naturaleza.


Pino piñonero en Ikust-Alaia

Ahora tengo la oportunidad de contemplar la obra de uno de ellos, Carlos Las Heras (1937). El pintor, en esta ocasión, ha elegido un tema monográfico: los árboles y, por extensión, el bosque y la naturaleza.

El repertorio de especies, dentro de los límites que impone nuestro paisaje cantábrico, es amplio: encinas, robles, hayas, plátanos, tejos, chopos, tilos, tamarindos, castaños, nogales, olmos, acacias…


Tejo, Casino de Hondarribia

Cada uno de ellos tratado en un entorno paisajístico y estacional. Esta exposición, que es una delicia, pone en evidencia un gran amor tanto por la pintura como por la naturaleza que la inspira.

Se compone, en su mayor parte, de óleos. Hay también algunos grabados. La obra de Las Heras nos enseña a ver lo que tenemos delante y muchas veces nos pasa desapercibido porque miramos, pero no vemos.

Centro cultural Amaia de Irún

jueves, 5 de junio de 2008

"Fiat umbra", de Isabel Escudero



Detesto la poesía ininteligible casi tanto como me gusta la sencilla, clara y directa. Sentada esta premisa, estoy disfrutando mucho con Fiat umbra, de Isabel Escudero (Ed. Pre-Textos, 2008).

Dentro de una línea estilística que reúne los tres requisitos anteriores, y que los críticos, al parecer, consideran popular, encontramos en esta labor un poco de todo.

Así tenemos -en mi opinión de lo mejor- la temática relacionada con la naturaleza, su exaltación y su devoción…

Luna nueva,
hebrita de oro
entre la niebla.

Airecillo:
¡abanican la tarde
los pay-pays del yinko!

Hermosura:
el sol sacando diamantes
de la basura.


La lírica amorosa que no puede faltar en un poeta que se precie…

¡Si tú me llamaras
alguna vez
como el mar me llama!


La compasiva, que todavía puede faltar menos…

Azogue del túnel:
en el cristal veo,
donde antes la primavera,
un rostro enfermo.


Una poética bien precisa…

Sobra, sobra:
lo que no hace falta,
estorba.

Afila el verso:
si no te hiere su flecha,
a la papelera.

¿Tus recuerdos?
No te lo creas:
memoria es sueño.


O un esbozo filosófico…

Si muero
hacerme un ramo,
de flores sin nombre
de perdidos prados.

Atardecer:
también hoy
se ha hecho ayer.

La luna, desvelada:
por aquí abajo
roncan las almas.


Libros como éste, exentos de pedantería, carentes de pretensiones intelectuales, delicados y profundos, resultan reconfortantes para el gusto y el espíritu.

martes, 3 de junio de 2008

Africa



Esta vez sólo he visto la segunda parte. La primera todavía la tenía reciente. Es una hermosa película. Una de las mejores, junto a Las aventuras de Jeremias Johnson, de Sydney Pollack, recién fallecido.

En esta obra se siente Africa, se la escucha, casi se la huele. Y ello es posible gracias al director y al compositor de la banda sonora, John Barry. Tanto la fotografía como la música son impresionantes. El poder evocador del paisaje y el del sonido.

El personaje de Denis (R. Redford) nos fascina en la medida en que encarna la libertad, la vida sin ataduras, la fuerza del destino, encarna, en suma, todo lo que representa este viejo continente.

Su pesimismo sobre el terrible futuro que agurdaba a la tierra africana se han cumplido, desgraciadamente, a rajatabla.

Nosotros ahora nos emocionamos con estas bellas imágines, con esta delicada y evocadora melodía, pero sabemos, aunque sea duro reconocerlo, que todo es mentira.

Poco después, esta entrevista con el fotógrafo Peter Beard:

“No es el clima el que está mal. Nosotros somos el clima.”
“Quizá no desaparezcamos, pero viviremos como cucarachas”
“Estamos condenados”.

Otro tema de Barry: Bailando con lobos

lunes, 2 de junio de 2008

Calas y calcetines


Con un café en un vaso de plástico me siento, al mediodía, en un banco de la calle Getaria de San Sebastián. La mitad de la calle está a la sombra; la otra mitad, al sol. La temperatura es primaveral. Pasa mucha gente. La calle Guetaria es una calle peatonal y comercial. Se escucha el ruido de una obra. Como me gustan mucho las listas he confeccionado una con las personas más interesantes que han pasado por mis ojos durante un cuarto de hora más o menos:

Una mujer rubia, muy bella, el pelo recogido en una coleta, sentada en una silla de ruedas que desplazaba accionando enérgicamente con sus brazos.

Una mujer con un pequeño ramo de flores del que sobresalían unas calas blancas.

Un guardia, de uniforme azul marino, que le ponía una multa a un coche mal aparcado.

Una madre joven, morena de pelo corto, una pizca nerviosa, acompañada de un niña de unos cuatro o cinco años, muy bonita, con síndrome de Down. La niña, que jugaba con un perrito, llevaba una melenita castaña, muy bien cortada, por encima de los hombros. Llevaba también una camisa blanca y un pantalón verde pistacho.

Una mujer anciana, con muletas, acompañada por una cuidadora inmigrante. Un hombre maduro, que pasaba en bicicleta, y tenía la voz un poco amanerada pero muy agradable, le ha saludado y han intercambiado algunas frases. El hombre le ha dicho a la anciana que la encontraba muy guapa.

Varias bicicletas a velocidad excesiva para tratarse de una zona peatonal.

Unas cuantas mujeres ancianas, solas, bien vestidas, con bastones.

Un grupo de cinco jovencitas. Al menos dos de ellas arrastraban las sandalias y/o chancletas.

Dos carritos de bebés, con sendos gemelos, con gorritos de sol y chupetes.

Bastantes hombres hablando por el móvil y gesticulando.

Un coche-grúa del Ayuntamiento.

Luego me he ido de compras. He adquirido unos calcetines y una camisa. Después de probarme la camisa, el encargado me ha dicho que me encontraba “algo despistado”. “Es la falta de costumbre”, le he contestado. Al llegar a casa he descubierto que los calcetines eran tobilleros. ¿A dónde voy, a mi edad, con unos calcetines tobilleros?